En abril de 2019 observamos en el último tramo del río Alfambra la aplicación de la técnica de anillar árboles, algo que no habíamos detectado en nuestro entorno. Esta práctica, lejos de la evocación del estudio de los pájaros, no tiene esa función de conocimiento en la silvicultura. Cuenta el ingeniero y agente forestal alemán Peter Wohlleben, en su libro La vida secreta de los árboles, que al principio de su carrera hacía anillar ejemplares jóvenes de hayas con el objetivo de debilitarlos y provocar su muerte para beneficiar a otros ejemplares más fuertes. La técnica consiste en hacer un corte en la corteza como a un metro de altura. Él mismo lo califica de brutal y ha abandonado la técnica porque a la larga producía un retraso en el desarrollo del entorno. En horticultura se emplea, con mucho tiento, para producir árboles más pequeños pero con más fruta.
Las acacias que observamos han sido sentenciadas, por la especie y por la ubicación aun cuando sujeten el terreno en crecidas importantes. No defendemos que se planten acacias en la ribera de un río pero sí que no haya ensañamiento en los ejemplares existentes pues la destrucción solo puede dar lugar a márgenes destruidos.